Editorial: Plaza y Janés, Me Gusta Leer
Páginas: 134
Sinopsis
Recién egresado del colegio, Z duda si seguir una carrera tradicional u otra más creativa. Finalmente logra convencer a sus padres de seguir su vocación de realizador audiovisual y, ya inserto en el mundo universitario, rompe la burbuja social y abre los ojos ante el mundo y, sobre todo, ante el espejo.
Dueño de un gran oído y léxico, Zumelzu construye con mucho vértigo, humor y calle una radiografía de una generación marcada por la falta de compromiso y conformidad.
Un estupendo debut narrativo de un autor dotado de velocidad y frescura.
Reseña
¿Cómo empezar la reseña del libro más tragicómico que he
leído en la vida?
Como siempre, empecemos por el exterior del libro. Amé la edición de la
portada, porque a pesar de no tener pies ni cabeza antes de leerlo, con el paso
de las páginas entendí por qué tenía esa portada. Todo cobró sentido cuando el
protagonista, Zeta, contó una de sus primeras tragedias. Y, además, no podemos
olvidar que Spiderman está en la
contraportada. Hermoso.
Por dentro, no es nada del otro mundo, los inicios de cada capítulo o cagazo, como él los llama, no tienen
ningún tipo de diseño extraordinario.
El libro consta de un prólogo y epílogo que fueron los mejores conocidos. Sentí
que el prólogo me obligó a seguir leyendo a pesar de que no le tenía fe al
libro. Y no me decepcionó. También consta de siete capítulos que él denomina cagazos y que se puede entender perfectamente
por qué son llamados así al leer cada uno. ¡Qué manera de reír!
La historia del Zeta es tan trágica como una película y me
reí de principio a fin, a pesar de que, si eso me hubiese sucedido a mí,
hubiese optado por matarme por tanta tragedia junta. El Zeta cuenta con gracia
sus tragedias, de una manera que atrapa al lector a seguir leyendo, aunque
tenga miles de cosas más importantes por hacer (como en mi caso).
Probablemente, lo que más me gustó del libro fue el mejor
amigo del Zeta, el Lucas. ¡Qué manera de reírme con ese sujeto! Y es que era
como si me hicieran cosquillas cuando llegué a la parte donde el Lucas estaba
cantando en el metro de Santiago sin uno de sus dientes, hablando como estúpido
y pidiéndole perdón a las personas por hablarles con improperios que se debían
a una falsa enfermedad mental. ¡ÉPICO!
Le doy 4,5/5 estrellas
No hay comentarios:
Publicar un comentario